Manifiesto para el 8M: mujer y autista

Manifiesto para el 8M: mujer y autista

Mi vida antes del diagnóstico

Me llamo Marta y tengo 33 años.

Infancia

Mi infancia fue diferente, ni mejor ni peor. Tuve la suerte de nacer en una familia que siempre me ha respetado y querido, como soy.
Jugaba diferente al resto de iguales y me interesaban cosas distintas (con 3 años aprendí a leer y a escribir: HIPERLEXIA) y esto desembocó en un interés brutal por la lectura.
Yo era la “rara”. En el patio, prefería leer a jugar con el resto. Las clases de Educación Física eran una tortura para mí. No hablemos de lo poco que me interesaban las princesas, los unicornios o jugar con muñecas ( que son los estereotipos tradicionalmente asociados a una niña, y más en los 90).
Yo era de peto en vez de falda (no me permitía subirme a los árboles, trepar o escalar); las medias me molestaban y picaban y odiaba el color rosa y no entendía porqué las dependientas de los comercios intentaban colocarme ese tipo de ropa, hasta el punto de incluso decirle a alguna con tan solo 5 años “odio el rosa y no me gustan los vestidos, prefiero un peto”.
Siempre me ha fascinado el verde
Pasé por varios intereses que me absorbían horas y horas. Recuerdo jugar con los “Micro Machines”, hacer puzzles o jugar con el “LEGO” durante horas yo sola.
También recuerdo leerme el El señor de los Anillos con tan solo 10 años y pasarme horas en cualquier biblioteca, investigando sobre el interés que tuviese (no han sido pocos).

Adolescencia

A partir de ahí, cuando llegó la adolescencia, todo cambió.
Me sentía diferente, rara, como que no encajaba, no entendía nada y me sentía fuera de lugar, incómoda, frustrada… Comencé a tener lo que ahora sé que son “meltdowns” (pero, entonces, no) y mis padres decidieron llevarme a un psiquiatra que, con tan solo 16 años y ningún tipo de prueba diagnóstica, me medicó. Trastorno de ansiedad y depresión.
Ése siempre ha sido mi lastre hasta llegar a donde me encuentro ahora mismo desde hace tan solo unos meses.
Las mujeres TEA pasamos desapercibidas y nuestro diagnóstico se camufla por el enmascaramiento social que realizamos. Las pruebas (y más en aquel momento) iban enfocadas a niños y en masculino. Una parte más en la que la mujer queda relegada a la invisibilidad y se le diagnostica lo que yo llamo “la punta del ICEBERG”, porque siempre hemos sido dramáticas, torpes, exageradas, quejicas…

Mi vida después del diagnóstico

Hace unos meses, investigué por casualidad sobre el TEA en femenino junto a mi hermano. Él me animó a seguir buscando ayuda y lxs profesionales adecuados que sí pudieran dar con la clave del sufrimiento que me atormentaba mentalmente.

Soy Autista

Y encontré el camino que desembocó en mi diagnóstico: hagamos el favor de llamarlo por su nombre, soy MUJER y soy AUTISTA.
Y fué una liberación. Una catársis.
Fue como conectar todas las piezas de ese puzzle que estaban desperdigadas y no encabajan en mi vida. Por fin, todo, absolutamente TODO, empezó a cobrar sentido.
No era rara, soy AUTISTA.
No tenía fobia a los petardos, mi cerebro funciona diferente ante la anticipación.
No estaba mal de la cabeza o era una exagerada, soy NEUROATÍPICA.
Vivo en un mundo que no me entiende, no me reconoce. No nos reconoce.
Yo ya sabía quién era pero, el diagnóstico me sumergió en un proceso de investigación sobre el TEA en femenino y de introspección, de RE- CONOCERME, de validarme y no sentir más culpa ni miedo, de, por fin, poder ponerle un nombre a lo que me sucede.

Diagnóstico

El diagnóstico me ha hecho chocarle los cinco a la Marta de cinco añitos que ya daba “clases de astronomía”; a la de ocho, que le preguntaba al cura de la parroquia cuando iba a catequésis que “por qué las mujeres no podíamos dar la misa o ser Mama (en vez de Papa)”. Y así, mil contradicciones de los estereotipos tradicionalmente asociados a las mujeres que yo me cuestionaba de manera natural y libre.
El diagnóstico también me ha hecho abrazar a la Marta adolescente que tanto sufrió, ésa que se autolesionaba y no entendía porqué, la que no se entendía y pensaba que no encacaja en el mundo en el que vivía, a la que le resultaba una tortura el mero hecho de existir.
Gracias al diagnóstico, ahora sé qué me sucede, me conozco más y mejor, estoy en el camino de aprendizaje y cambio y eso también ha ayudado mucho a mi familia y mi entorno más cercano.
Soy capaz de comunicar mis necesidades y acomodaciones y mi familia lo está aceptando y entendiendo de una forma que jamás pensé que pudiera llegar a suceder.
Y esto ha sido un chute de autoestima BRUTAL.

No estamos solas

A las mujeres que sientan dudas, las aliento a investigar a pedir ayuda si creen que la necesitan, NO ESTAMOS SOLAS, y conseguir llegar hasta el profesional adecuado/a (¡Por fin, Cris! ¡MIL GRACIAS! Estás siendo luz cuando sólo había oscuridad).
33 años de dolor y sufrimiento. En silencio, con mi cabeza.
33 años de dolor y sufrimiento de un padre, una madre y un hermano que me veían sufrir y lo padecían también. Gracias por ACOMPAÑARME tan bien.

¿Qué le pediría a esta sociedad el 8m?

Mujeres, VISIBILIDAD, sororidad. Cada año veo más luz y esperanza.
Que el TEA deje de estigmatizarse, que las mujeres TEA también existimos y también necesitamos ayuda.
Que el sistema se vuelque en más investigación y más ayuda pública. Que los profesionales de la sanidad pública sepan que esto existe y nos ayuden de verdad, en vez de juzgarnos y darnos la espalda.
Como mujer maestra, sólo puedo decir que siento que la clave está en la EDUCACIÓN.
El conocimiento es poder, así que, nutríos del FEMINISMO, como corriente filosófica y no os dejéis manipular.
Pediría a la sociedad que para que exista inclusión, se ha de VISIBILIZAR y dar las herramientas de conocimiento sobre el TEA en femenino.
NO es una enfermedad, es una CONDICIÓN. SOY autista, nací siéndolo y me moriré siéndolo. Esto NO ES una enfermedad, no se cura.
Pero sí necesitamos ayuda. Así que, aquí está mi aportación como mujer para este día tan importante para mí:
¡MUJERES!

Por las que son y no lo saben.
Por las que han sido y lucharon contracorriente.
Por las que no tienen la capacidad de poder expresarse, las demás ya ponemos voz. Por las que vendrán, que lo tengan más fácil, apoyadlas, escuchadlas.
Por las que ya lo sabemos y, aún así, seguimos investigando, luchando y buscando apoyo.

VISIBILIDAD Y CONOCIMIENTO.
Cambiemos el mundo, porque está en nuestras manos.

Llamémoslo por su nombre:
soy autista y soy mujer.

Marta Codoñer Fernández.
Maestra, autista y feminista.

 

Una respuesta

  1. MARIA ISABEL dice:

    Otra mujer más a la q no le importa q todo el mundo sepa lo q siente.
    Y con ello ayuda a muchas otras mujeres a no callar y luchar por mejorar esta sociedad.

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